VIVA LA RAZA INMORTAL:
Por Rolando Bretón
En la década de 1950 la situación de Latinoamérica era una situación
política asfixiante. Las dictaduras militares impuestas por los Norte Americanos;
sus socios, las Oligarquías nativas y los grandes consorcios económicos
comerciales habían cercenado todo el espíritu de soberanía de nuestros pueblos
y, por tanto, estaban prácticamente agotadas las capacidades de resistencia, al
mismo tiempo que aumentaba el crecimiento de la pobreza y empeoraban las
condiciones de vida de los ciudadanos.
El desembarco de Fidel Castro con un pequeño grupo ejército de combatientes
en la Sierra Maestra
de Cuba y la toma de estas montañas como centro de operaciones levantó como un
faro de luz y guía los caminos de América Latina hacia nuevos horizontes.
Los miles de dominicanos repartidos en casi todos los países, viviendo como
exiliados, perseguidos por la dictadura trujillista, se lanzaron y unieron sus
voluntades; echaron a un lado los prejuicios y las rebatiñas políticas del
exilio, para enrolarse en los caminos que se estaban abriendo en las montañas
de Cuba.
El objetivo de derrocar a las dictaduras latinoamericanas despejó todos los
posibles tropiezos. Habíamos entrados en un período donde la táctica debían
convertirse en estrategias, para hacer volar las satrapías de Trujillo, Somoza,
Fulgencio Batista, a quien ya Fidel y sus heroicos acompañantes le habían
arreglado su cuna.
Para el exilio dominicano era necesario un soporte significativo con el fin
de llevar a cabo el proyecto de derrocar la tiranía, y ese soporte bajó de la Sierra Maestra en Primero de
Enero de 1959, cuando Fidel proclamó triunfante el espíritu solidario y
libertario de la Revolución Cubana.
Los aprestos de nuestros camaradas del exilio en general se pusieron en
marcha, y bajo el mando del comandante Enrique Jiménez Moya se completó la
operación que tenía como objetivo principal el derrocamiento del Tirano y la
implementación de un programa político de Liberación Nacional.
Este 14 de Junio se cumplen 53 años de aquella jornada patriótica que
desembarcó por Constanza, Maimón y Estero Hondo. Legión patriótica que no
alcanzó sus objetivos militares, pero que dejó sembrada en la conciencia y en
el espíritu de los dominicanos la necesidad de salir de la tiranía, por lo que,
pocos meses después, el tirano es ajusticiado en nombre de la libertad.
Los mártires de aquella epopeya están frescos en los latidos del enorme
corazón de la dominicanidad. Ellos viven en cada montaña, en cada rebelión
popular, y para siempre vivirán porque la ruta de la soberanía y de la dignidad
de nuestro pueblo marca los pasos de todo un
mundo oprimido en Latinoamérica, camino a su libertad…
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