La muerte de Caamaño 40
años después
40 años de Caracoles: 10 días sin choque con
Caamaño desconciertan a Balaguer
Sin duda que Balaguer quería y podía ver la zona de
operaciones para determinar cómo extinguir a los guerrilleros, neutralizar al
PRD, informar todo eso al país y al mundo el 27 de febrero ante el Congreso
Nacional y preparar su reelección un año después.
14 de febrero del 2013
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Era evidente que
ante la convicción de los militares dominicanos y norteamericanos de que el
desembarco guerrillero de Caracoles no podía ser un hecho aislado y había la
duda de si ya Caamaño estaba en el territorio nacional -opinión que compartía
Balaguer- el gobernante buscaba todos los medios para informarse
directamente del curso de los acontecimientos.
Por eso,
exactamente una semana después del primer recorrido en helicóptero militar por
la zona donde operaba la guerrilla, Balaguer volvió a su rol de informarse
directamente en el teatro de operaciones: Ocoa y las montañas al noroeste.
Con el deseo de
acabar con la guerrilla de inmediato, Balaguer vuelve a Ocoa y visita zonas
rurales en helicóptero militar, vuelve a conversar con oficiales y soldados
buscando formarse un juicio lo más cercano a la realidad. Ese día los militares
lo reunieron con varios guías campesinos en La Horma, a los que el gobernante
interrogó cual si se tratara de un analista de inteligencia.
¿Por qué
Balaguer vuelve a la zona de operaciones tan rápidamente?
Creo que dos
hechos podrían explicarlo convincentemente: los militares no lograban volver a
chocar con los guerrilleros pese a que tenían la orden de aniquilar al grupo de
inmediato a cualquier costo y por cualquier medio y porque los asesores
militares de Estados Unidos recibieron una información precisa y comprobable de
que era Caamaño quien estaba en las montañas.
Para Balaguer era
crucial saber con certeza si era Caamaño el jefe y por eso se dedicó a
interrogar personalmente a campesinos que vieron a guerrilleros, lo mismo que a
soldados que los perseguían desde hacía una semana sin volver a chocar, pese a
que los informes de los jefes militares de que estaban cercados y próximos a
aniquilar.
Un factor que
debió complicar las conclusiones de Balaguer sobre todo esto, eran los
contenidos de los mensajes que enviaba el profesor Juan Bosch a los medios de
comunicación desde los lugares donde estaba escondido.
Ya sabemos que
pese a que Federico Lalane José le informó a Bosch el día 3 de febrero de 1973
que era Caamaño quien había desembarcado y le dio la fuente de su información
en la presencia en la ciudad de Santo Domingo de uno de los guerrilleros que
vino en la expedición (Carlos Toribio Peña Jáquez), desde el primer momento el
entonces líder del PRD se convenció de que no podía ser cierto (era lo que le
convenía, no lo que marcaba la realidad) porque el muy conocido Emilio Ludovino
Fernández le merecía más credibilidad que el desconocido guerrillero y el
hermano de Rafael Tomás Fernández Domínguez le había dicho frente a José
Francisco Peña Gómez que Caamaño respaldaba la línea política del PRD que era
la de llevar al presidente Balaguer a su propia legalidad.
Frente al pueblo
dominicano y en su intercambio con los dirigentes perredeístas, Bosch mantuvo
la prédica de que no había tales guerrilleros y que se trataba de un invento de
Balaguer para sacarlo a él del país al igual que a Peña Gómez.
Por eso dice
claramente en su primer mensaje manuscrito entregado a los medios el 5 de
febrero que tanto el pueblo como el PRD estaban sorprendidos por la noticia del
desembarco guerrillero, porque ninguno de sus dirigentes “tenía la más remota
idea de que se preparaba un hecho semejante”.
Un “hecho semejante”
puede ser en el imaginario popular (que Bosch conocía mejor que nadie) algo
insólito, inexplicable, que nadie podía compartir, y de inmediato hace su
primera orientación a la militancia del PRD: “Todo perredeísta permanecerá
ligado al organismo al cual pertenece. Hay que mantener el Partido organizado y
unido contra viento y marea, sin dejarse agitar por nadie que no sean sus
líderes naturales”.
No hay que ser un
experto para entender que ese nadie es cualquier persona, desde Caamaño
que estaba al noroeste de El Cercado, San José de Ocoa, hasta otra que lo
apoyara en su lucha, y que esos líderes naturales eran solo
dos: Juan y Bosch.
Por si quisiera
agregar más confusión ante un hecho evidente y del que estaba totalmente
informado y primero que los militares y Balaguer, Bosch termina su primer
mensaje desde donde estaba escondido con la consigna de “¡Organización y unión
para luchar contra los enemigos de la Patria!”.
El perredeísta de
a pie debía interpretar que los enemigos de la Patria son los invasores
que en este caso no lo eran, pues se trataba de dominicanos que venían a luchar
armas en mano contra el gobierno, aunque fuera constitucional, pero no era a
sojuzgar la soberanía de la Patria como lo hicieron los soldados haitianos en
1922 y los norteamericanos en 1916 y 1965.
Mientras Bosch
“orientaba” a la militancia de su partido y a la parte del pueblo que le creía
en la duda de la existencia de guerrillas bajo un líder tan popular como
Caamaño, dio un paso político en forma oculta que era digno de que se conociera
antes de su muerte y que lo revela el coronel Brian J. Bosch, jefe del Grupo
Asesor de Asistencia Militar (MAAG) de Estados Unidos en el país.
En su libro “Balaguer
y los militares dominicanos”, publicado originalmente en inglés en 2007 y
luego en español por la Fundación Cultural Dominicana en el año 2010, el
agregado militar de Estados Unidos escribió en la página 263:
“El día ocho (de febrero de 1973) hubo un mayor
esclarecimiento acerca de la guerrilla por parte de una fuente inesperada: Juan
Bosch, quien estaba escondido. Le envió a la Embajada norteamericana, a través
de intermediarios, una explicación por escrito sobre su actual posición
política, en la cual incluía una declaración de que los guerrilleros
realmente habían desembarcado el 2 de febrero y que sólo un insurgente había
procedido hacia la capital, no dos como había reportado el Presidente
Balaguer. Bosch sostenía que había obtenido esa información el 3 de febrero (un
día antes que las Fuerzas Armadas), pero que él y el PRD no estaban
involucrados en la expedición”.
En otras palabras:
al pueblo dominicano y a los perredeístas que tuvieron a Caamaño como líder
cuando el depuesto presidente estaba en Puerto Rico durante la Guerra de 1965
Juan Bosch les decía que eso de la guerrilla era un invento de Balaguer para
sacarlo a él y a Peña Gómez del país, mientras a la embajada de Estados Unidos
le escribió que los guerrilleros realmente habían desembarcado el 2 de
febrero… pero que él y el PRD no estaban involucrados en la
expedición. ¡Tremendo líder!
Solo hay que
suponer qué pensaría Balaguer cuando el secretario de las Fuerzas Armadas,
contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes; y el jefe del Estado Mayor del
Ejército Nacional, general Enrique Pérez y Pérez, le informaban que los
norteamericanos sabían a “ciencia cierta” que era Caamaño con siete hombres sin
mochila que estaban cercados en las montañas de Ocoa.
Sin duda que
Balaguer quería y podía ver la zona de operaciones para determinar cómo
extinguir a los guerrilleros, neutralizar al PRD, informar todo eso al país y
al mundo el 27 de febrero ante el Congreso Nacional y preparar su reelección un
año después. Por eso prefería exponerse con frecuencia a ir a Ocoa y a las
montañas donde debía estar la guerrilla.
Mientras los
guerrilleros escalaban las estribaciones más altas de la cordillera Central en
busca de poblados inexistentes tratando de obtener alimentos y contacto con la
población cobijada por extensos pinares (donde no se produce nada que sirva
como alimento), en Ocoa, Constanza, Padre Las Casas, Barahona, Azua, Baní,
Santo Domingo, Santiago y otras ciudades, había una ocupación militar que
impedía y atemorizaba el libre tránsito.
En Ocoa, ningún
vehículo público o particular podía salir de la ciudad hacia la zona rural al
norte y al oeste del poblado. Los que salían desde ahí hacia el Cruce de Ocoa
en la Carretera Sánchez, al igual que los que entraban, eran minuciosamente
registrados –equipaje, cargas y personas-, mientras en la ciudad nadie podía
hacer reuniones ni caminar siquiera en forma sospechosa.
Un hecho ilustra
el control militar que había en la ciudad. Una noche que debió ser la del día
9, en el extremo sur de la calle 27 de Febrero de Ocoa, en el sector Pueblo
Abajo, donde ya terminaba la zona urbana y comenzaban los potreros de Los
Cachones de Lalo Read, una patrulla militar sintió un susurro en el interior de
una casa. Un cabo tocó a la puerta por el frente mientras los otros dos
soldados tomaban el control de los dos callejones y pidió abrir la puerta de
inmediato.
Cinco o seis
hombres que estaban en su interior jugando a los dados salieron huyendo hacia
el potrero, los soldados hicieron fuego y en el acto cayó traspasado en el
pecho por una bala 7,62 de fusil FAL el jovencito Wilson Danilo Mejía, quien
era y es mi amigo. Recogido e interrogado por los soldados y ante la evidencia
de que no se trataba de una reunión conspirativa, fue llevado al Hospital San
José y tras una cirugía sin complicaciones porque el proyectil pasó su cuerpo
sobre el corazón sin tocar la clavícula, logró recuperarse en una semana.
Diez días justos
corretearon montañas los guerrilleros viendo a los soldados casi a diario, sus
helicópteros y hasta escuchando las conversaciones, pero las tropas del
gobierno no chocaron con ellos hasta la noche del día 15 cuando sintieron los
pasos de Mario Nelson Galán Durán, puntero de vanguardia de la pequeña columna
comandada por Caamaño, cuando se acercaba a una emboscada situada en una
hondonada justo al lado oeste de la carretera Ocoa-Constanza, en Sabana Quéliz,
y fue recibido con fuego en ráfaga de ametralladora, lo que retoma los combates
y el futuro de la guerrilla que continuaré en la entrega cuatro de cinco.
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