Adam Lanza tenía 20 años. Vivía con su madre Nancy, una maestra de preescolar, y su hermano Ryan, de 24. El padre, Peter Lanza, que se había ido del hogar hacía muchos años, vivía en otro condado con una nueva familia que formó.
Adam se levantó temprano. Primero tomó cuatro de las armas que tenía su madre: dos pistolas semiautomáticas, una Glock y una Sig Sauer. Luego la mató. Se vistió con ropa militar, se puso un chaleco antibalas y una máscara, y finalmente tomó el auto familiar para dirigirse hacia la escuela Sandy Hook.
Según familiares y otras personas que lo conocieron y se animaron a dar su testimonio a los medios, Adam tenía un grado moderado de autismo y siempre había tenido problemas para relacionarse con los otros.
Como suele ocurrir con los niños de su condición, era un alumno casi superdotado, pero muy solitario y reservado. Jamás había tenido reacciones violentas.
Ryan fue el sospechoso inicial. Cuando se dirigía al trabajo en bus se enteró de los rumores que lo inculpaban y publicó una desmentida en Facebook. De todos modos fue interrogado durante varias horas por la policía.
Al entrar al colegio, Adam mató a la directora, Dawn Hochsprung, y a la psicóloga de la institución, que habían intentado ponerle un freno. Luego siguió con los alumnos. Por último, cuando ya se vio acorralado, se suicidó.
El interrogante que sigue abierto es, más allá de sus problemas psicológicos, qué lo llevó a tener semejante reacción de furia contra esos niños.
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