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12 de diciembre de 2008

mensaje de nuestro Párroco, parroquia sagrado Corazón de Jesús Licey al Medio

Mis queridos hermanos y amigos de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús. Una vez más me dirijo a ustedes para saludarlos en nombre de Jesucristo el Señor de Señores.

En esta ocasión y con motivo de la fiesta de Navidad quiero compartir con ustedes esta interesante historia llena de amor y de ternura que sé que a todos le gustará.

Cuentan que un 24 de diciembre con motivo de la misa de la Navidad, la Iglesia se encontraba repleta, hasta que de pronto, se apareció un niño que no paraba de decir: A, B, C, D… Era un niño que no entendía la solemnidad del oficio. Los asistentes se volvieron hacia él algo molestos por lo inoportuno del niño que no se quería callar.

Cállate! Le dijo el cura un poco enfadado. El niño lanzó una mirada temerosa a su alrededor y su rostro enrojeció de vergüenza. ¿Qué haces? ¿No ves que perturbas nuestras oraciones? El niño bajó la cabeza y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas… ¿Dónde está tu madre? Le preguntó el sacerdote. ¿No te ha enseñado a seguir la misa con respecto? Sin levantar la cabeza el niño le respondió: Perdóneme padre, pero yo no he aprendido a rezar. Es que yo me he criado en la calle sin padre ni madre y nadie me ha enseñado. Hoy, como es Navidad, tenía la necesidad de hablar con Dios. Pero como yo no sé cual es la lengua que El comprende. Por eso digo sólo las letras que yo me sé. He pensado que allá arriba, El podría tomar esas letras y formar las palabras y las frases que a El más le gusten. Me voy, dijo el niño, porque no quiero seguir molestando a las personas que saben muy bien que hay que hacer para comunicarse con Dios. Luego de este episodio, el sacerdote dijo a la gente: Esta noche vamos a rezar una plegaria especial, vamos a dejar que Dios escriba lo que El desea oír. Cada letra corresponde a un momento del año en el que lograremos hacer una buena acción, luchar con coraje para realizar un sueño o decir una oración sin palabras. Vamos a pedir en nuestro corazón que esas letras le permitan crear las palabras y las frases que a El le agraden. Luego el sacerdote, con los ojos cerrados se puso a rezar el alfabeto. Y, a la vez, toda la Iglesia repitió con él: A, B, C, D……

Ayuda al niño que te necesita, pues ese niño será el hombre del mañana. Ayuda al anciano y a los jóvenes, que ellos también te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es un felicidad segura. Da sin medida y te darán sin medida. Nunca desprecies a nadie por insignificante que sea.

MUCHAS FELICIDADES EN LA NADVIDAD.

Padre Juan Aridio Luzon

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