“Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (Salmo 16:7-8)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 73:1-28
¿Se imagina usted cómo puede vivir un ser humano cuando tiene la profunda convicción de que Dios camina a su lado, le cuida en todo momento, le llena con su sabiduría y poder, le muestra el camino correcto para no fallar, y aun, le enseña mientras duerme?
El rey David disfrutaba de esta envidiable confianza porque había cultivado una íntima relación con Dios, en la que él participaba como hijo amoroso y obediente. El resultado era que no había nada verdaderamente que pudiera perturbar, inquietar o mucho menos abatir su corazón.
Aunque no tuviera el ejército más numeroso y bien dotado, el Dios que caminaba con él a su mano derecha, era más fuerte y poderoso que todos. Aunque no conociera los motivos o las intenciones de sus colaboradores o los planes de sus enemigos, el Dios que estaba a su diestra sabía todas las cosas, hasta lo profundo del corazón del hombre y aun, lo que está por venir. Aunque no fuera perfecto, si permanecía al lado de su Papá Dios, Él lo guardaría hasta de sí mismo, hasta de su propio corazón cuando tratara de engañarle.
Todos tenemos el privilegio de acudir a Dios, a través de la fe en Jesucristo, en calidad de hijos suyos, y recibir la dirección que nos conduce a la conquista de nuestra vida, de nuestra familia y aun, de la sociedad. Él nos da todas las estrategias para una vida próspera y feliz. Sin embargo, es necesario aclarar que se requiere un corazón lleno de fe, una actitud humilde y el deseo ferviente de seguir su consejo, pues de lo contrario, sus sabias enseñanzas pierden su efectividad en la aplicación personal.
HABLEMOS CON DIOS
“Padre Santo, con todo mi corazón te pido que me enseñes a amar tu Palabra, de tal forma que ella me dirija hacia la paz y la seguridad que gozaba el rey David, para que pueda exclamar como él: Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido. Nunca me olvidaré de tus mandamientos, porque con ellos me has vivificado. Amén”
PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 73:1-28
¿Se imagina usted cómo puede vivir un ser humano cuando tiene la profunda convicción de que Dios camina a su lado, le cuida en todo momento, le llena con su sabiduría y poder, le muestra el camino correcto para no fallar, y aun, le enseña mientras duerme?
El rey David disfrutaba de esta envidiable confianza porque había cultivado una íntima relación con Dios, en la que él participaba como hijo amoroso y obediente. El resultado era que no había nada verdaderamente que pudiera perturbar, inquietar o mucho menos abatir su corazón.
Aunque no tuviera el ejército más numeroso y bien dotado, el Dios que caminaba con él a su mano derecha, era más fuerte y poderoso que todos. Aunque no conociera los motivos o las intenciones de sus colaboradores o los planes de sus enemigos, el Dios que estaba a su diestra sabía todas las cosas, hasta lo profundo del corazón del hombre y aun, lo que está por venir. Aunque no fuera perfecto, si permanecía al lado de su Papá Dios, Él lo guardaría hasta de sí mismo, hasta de su propio corazón cuando tratara de engañarle.
Todos tenemos el privilegio de acudir a Dios, a través de la fe en Jesucristo, en calidad de hijos suyos, y recibir la dirección que nos conduce a la conquista de nuestra vida, de nuestra familia y aun, de la sociedad. Él nos da todas las estrategias para una vida próspera y feliz. Sin embargo, es necesario aclarar que se requiere un corazón lleno de fe, una actitud humilde y el deseo ferviente de seguir su consejo, pues de lo contrario, sus sabias enseñanzas pierden su efectividad en la aplicación personal.
HABLEMOS CON DIOS
“Padre Santo, con todo mi corazón te pido que me enseñes a amar tu Palabra, de tal forma que ella me dirija hacia la paz y la seguridad que gozaba el rey David, para que pueda exclamar como él: Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido. Nunca me olvidaré de tus mandamientos, porque con ellos me has vivificado. Amén”
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