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8 de febrero de 2013



Duarte: bicentenario de su nacimiento
Dos siglos, sí, dos siglos para tratar de entender la idiosincrasia o forma de ser y pensar de un pueblo bendecido por Dios, al colocarlo en el justo trayecto del sol, como bien lo describiera un poeta de apellido Mir. Yo, Juan Pablo, con doscientos años de un largo sueño de esperanzas truncas en equidad, justicia social y económica, en una sociedad colmada de tantos recursos naturales y seres humanos hacendosos. Sin embargo, el despertar de ese largo sueño me deja turulato, me siento noqueado como si un boxeador, de una categoría superior, me diera una tanda de rectos, jabs y uppercuts en todo el cuerpo, sin poder llegar al último round.
 El mareo confunde mi pensamiento y un sabor amargo llega a la boca, bajando a mis entrañas cual si fuera un alud que corta y derrumba todo lo que encuentra a su paso. Necesito un médico, no cualquier galeno, sino, alguien que pueda traerme luces ante las nebulosas existentes en mi cerebro. Me doy cuenta que la “maldad” que tengo no es fisiológica, no, mis órganos funcionan de manera equilibrada; tampoco, síquica, mi sistema nervioso marcha adecuadamente. Ausculto mi alma y mente hasta sentir dolor en todo mi cuerpo y llego a la conclusión que padezco de un mal social, sí, es el dolor producto de saber que muchos me tienen en sus labios sin tener la suficiente higiene para pronunciar mi nombre.
No me creo la última coca cola del desierto ni ser frutifrutis, pero, tengo mil razones para exigir de mis conciudadanos acciones que vayan en bienestar y superación de la Patria, ya que por ella he luchado y a ella me entregué en cuerpo y espíritu porque comprendí que “Vivir sin Patria es lo mismo que vivir sin honor”. Lamentablemente, veo que la mayoría de buenos dominicanos han sido víctimas de las maquinaciones de los perversos que utilizan nuestro gentilicio y se creen los “bienaventurados” de Dios para seguir engañando, explotando y robando el producto del trabajo decente de los asalariados.
La bruma bicentenaria muestra que la política, que debiera ser la más bella y limpia del quehacer humano, ha sido utilizada como el botín de guerra preferido de los sanguinarios piratas, donde Henry Morgan, William Kidd, Edward Teach “Barbanegra” y Bartholomew Roberts les quedan como niños de teta y los todopoderosos tutumpotes, al decir del “soñador”, honesto e íntegro señor  Bosch, han gozado de las mieles del poder bajo el manto de las confabulaciones, inmundicias y corrupción. Están “ojos avizor” para seguir “ordeñando” la vaca nacional y, todavía, no se vislumbran acciones responsables para someterlos al banquillo de los acusados y hacer posible que la justicia sea una señora ciega. Vuelvo a recordarles mi mensaje de “ser justo lo primero, si quieren ser felices”.
 La algodonada y blanquecina nube donde tengo este soliloquio o monólogo interior va tomando un color brillante y desde tan majestuosa altura alcanzo a visualizar hacia abajo, en las dos terceras partes de una isla bañada por el Caribe bravucón,  un conglomerado social que lucha y trabaja por un destino más humano, hombres y mujeres que se levantan con los primeros rayos del sol hasta la caída de las sombras de la noche para hacer parir la tierra y fábricas que alimentarán a una generación llamada  a cumplir el sueño trunco de mis hermanos trinitarios y restauradores, entre otros forjadores de la dominicanidad. Hay avances en educación, salud, alimentación, derechos humanos, viviendas y grandes infraestructuras, pero, aún insuficientes.
El tiempo es propicio para profundizar en la seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción, sicariato, drogas y demás males sociales. ¡¡¡Manos a la obra!!! Como dijera el Presidente Medina.
El Bicentenario de mi nacimiento, a partir del 26 de enero de 1813 al 26 de enero de 2013, es el momento preciso para seguir con tesón y ardor la hermosa empresa de una Patria grande, bella y amorosa, donde cada ciudadano lleve grabado en su alma el nombre de República Dominicana. Y en ese instante, sí, en ese instante, mi alma histórica estará tranquila y feliz de haber ideado y servido a la razón y objetivo de mi vida, la Patria.
Lic. Gilberto López Taveras

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