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26 de febrero de 2013

Lo bueno y lo malo de las peleas de pareja


Por muy idílico que se viva un romance y por mucha empatía que tengan los enamorados, todas las parejas están condenadas a enfrentar, en algún momento, las desagradables discusiones. La diferencia está en la forma en que se desarrollan y generan, lo que es decisivo al momento de saber qué tan dañinas pueden llegar a ser. 
"Es utópico pensar en una pareja que espera pensar igual sobre todas las cosas, no existe. Porque son personas distintas, siempre van a existir diferencias de opinión", sostiene la psicóloga terapeuta de parejas Daniela Becerra.
Por esto, no hay que pensar en que como es inevitable discutir, las peleas se transformarán en la dinámica de la relación. Un intercambio de opinión puede ser muy provechoso y nutritivo para la pareja, siempre y cuando ésta se exprese de forma adecuada y concreta. El caso contrario se ocasiona cuando cualquier aspecto es razón para comenzar un altercado sin sentido. Ahí comienzan los insultos y comportamientos agresivos.
"Las discusiones son parte del vincularse, ya sea a través de la pareja, amigos, padres, etc. Es positivo en términos de que se pueden solucionar conflictos y hacer ver nuestros deseos y puntos de vista, pero es muy negativo si a través de las discusiones generamos la única forma de comunicación dentro de la pareja", comenta la psicóloga y terapeuta Loreto Bórquez.
Hay que aprender a diferenciar cuándo se discute para llegar a un acuerdo, para dar a conocer un parecer o cuándo se hace sólo por costumbre. La clave está en descubrir qué camino se está eligiendo para interactuar cuando en la pareja haya una diferencia.
La ruta correcta
"Una pareja sana no es la que está de acuerdo en todas las cosas, es la que es capaz de resolver las diferencias dialogando", dice Daniela Becerra.
Una discusión puede ser la forma en que la pareja aprenda a conocerse y a establecer cómo se desenvuelve la relación, sin llegar a una pelea más dañina. Pero lo fundamental es manifestar la opinión, oposición o argumento cuando surge el desacuerdo y no postergarlo, con el fin de evitar la acumulación de tensiones.
Loreto Bórquez indica que "cuando se habla de conflicto, uno tiende a asustarse y verlo de forma negativa, pero el conflicto también implica una posibilidad de cambio, que puede llevar a mejorar la relación y no seguir estancados en los mismos patrones".
Como una liberación de estrés, irritación o molestia, la discusión es beneficiosa, pero se puede evitar con una buena comunicación. "Son provechosas si (en la pareja) aprenden a dialogar, a negociar, a conocerse" opina Becerra.
Asimismo, las discusiones son una señal de que ambos están mostrándose verdaderamente y no se está fingiendo coincidir en todo con la pareja para no provocar escándalos. Las personalidades de cada uno tendrán muchas semejanzas, pero igualmente estarán presentes las diferencias en muchos temas.
Por otro lado, la frecuencia de estos encontronazos no representa el estado de la relación. No por discutir más seguido la relación terminará, sino que todo depende de la forma en que se encuentre una solución. 
"Si discutimos seguido con nuestra pareja, implica que no nos estamos comunicando de la forma correcta, ya sea a través del lenguaje verbal, no verbal, a través del fondo o forma", comenta Loreto Bórquez.
La vía dañina
Aunque lo más común es discutir sobre temas económicos, familiares, falta de atención o celos, en numerosas ocasiones las discusiones afloran desde detalles que debieran no tener mayor importancia.
En este punto aparecen las descalificaciones, la rabia, los insultos y los argumentos poco racionales. Esto, incluso, puede llegar a convertirse en la manera que la pareja acepta y entiende su relación, sin ver los aspectos negativos que terminan por destruirla.
"Para estas parejas, las peleas son normalizadas y formarían parte de la relación; en algunos casos se toma conciencia de ello sólo cuando la pareja llega a los golpes. Tiene relación con poca capacidad de empatía y escucha", afirma Bórquez.
Sin embargo, para alcanzar este nivel de peleas y discusiones, el proceso viene desde mucho antes. "Es una pareja que no ha sabido conversar sus diferencias, de manera asertiva y en el momento, y no ha pedido de manera correcta lo que necesita y se lo guardó", afirma Becerra.
Y es que estas necesidades pueden ser atención, reconocimiento o valoración. Frases como "no me escuchas cuando te hablo", "no tienes tiempo para mí" o "siempre haces lo mismo", fomentan un ambiente ingrato y distancia a la pareja, sin que la otra persona se dé cuenta de qué se le quiso decir realmente. Hay que ser más directo y actuar en forma tranquila.
Es por eso que los reclamos no son una buena opción. "La queja implícitamente lleva una petición, pero no es una petición", indica Becerra. Asimismo, los gritos tampoco producen reacción y despiertan el descontrol de quien los escucha, bloqueando toda alternativa de llegar a un acuerdo.
Aún cuando las parejas no puedan impedir tener pensamientos contrarios, sí pueden elegir rescatar un aprendizaje y un complemento, o dejar que los impulsos conduzcan al deterioro de la relación. 

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