Por Félix Jacinto Bretón
El pasado fin de semana, en compañía de una querida amiga, había ido a Colinas Mall para ver a AVATAR, la mega película de James Cameron y juro que llegué tan entusiasmado con esta cinta, que lo primero que hice al llegar a casa esa noche, fue ponerme a escribir sobre la misma porque me encantó la temática, la trama, los efectos, los escenarios…
Pero ¿cómo hablo en esta entrega de AVATAR mientras hay millones de seres humanos en el alero de aquí que sufren las peores de las pesadillas desde el pasado martes, cuando un violento terremoto zarandeó la isla completa, provocando la mayor tragedia que recuerde la historia en América Latina?
El martes 12 de enero, pasadas las 5:00 de la tarde, cuando se registró el movimiento telúrico, me encontraba en casa. Lo percibí de inmediato pues el computador, frente al cual me encontraba, los libros y el estante comenzaron a moverse.
Me quedé igual, como si nada pasara. No es que sea guapo, ni que no le tenga temor a los temblores de tierra. Tal vez fue por lo imprevisto que no me dio tiempo a impresionarme o asustarme. Y eso, que me encontraba ubicado en una segunda planta. El movimiento fue relativamente largo. 20 segundos, se informó después.
Como en la región tenemos una grave falla geológica, la de la Cordillera Septentrional, en principio pensé que el epicentro estaría en la zona de Puerto Plata, Espaillat o queseyo, en uno de esos lugares montañosos, donde en el pasado se han registrado fenómenos similares.
Sin embargo al enterarme de que el mismo había sido detectado en Puerto Príncipe, Haití, me dije para mis adentros: si ha sido así, de verdad, eso se acabó. Para confirmarlo no fue necesario esperar mucho tiempo. Las informaciones que al rato fueron llegando confirmaban que el terremoto había devastado a esa histórica capital, donde viven –o mejor dicho vivían - dos millones de personas.
¡Que desastre, Dios mío! Nunca en mis 56 años de vida había visto algo parecido. Puerto Príncipe, hoy en día, tiene parecido a un campo de batalla con cadáveres esparcidos por doquier, con sus edificios destruidos, incluidos el propio Palacio Presidencial entre otros, con sus carreteras cortadas, sin agua, sin luz, sin comunicación telefónica… El panorama es sencillamente indescriptible, por más palabras que se traten de buscar.
He visto, completamente aterrorizado, las imágenes que nos transmiten, en fotos y videos, los periodistas y demás trabajadores de la prensa que han podido llegar a la capital haitiana. Aquello es terriblemente conmovedor, mucho más todavía para los que hemos sido y somos sensibles ante las desgracias humanas.
Eli Heiliger, experimentado periodista de Diario Libre, escribió al referirse a lo sucedido: “Esta tragedia, que es de toda la isla, nos duele a todos los dominicanos, como a todo el mundo. Ese dolor es nuestro, que por algún designio de la naturaleza le tocó a los haitianos, pero nos pudo suceder a nosotros. Sé que todo eso se hizo añicos cuando la tierra comenzó columpiarse y cuartearse, pero eso es momentáneo, pues el pueblo haitiano ha sabido sobreponerse a tragedia más recia a la que hoy lo azota. Ese terremoto también es un espejo en el que debemos vernos, pues lo que ocurrió en Haití, puede suceder en el país”.
Comparto en su totalidad estos juicios del colega Heiliger. El pueblo dominicano, como siempre ha ocurrido, responde con rapidez y efectividad, una vez más, ante la desgracia del vecino. Pero es que Haití y República Dominicana son de un pájaro las mismas alas, como dijera el expresidente Jean Bertrand Arístides una vez.
Muchas iniciativas de ayudas se han puesto en marcha, aparte de las que ya el gobierno ha enviado y sigue enviando. Hoy sábado Santiago Solidario realizará un Telemaratón por Haití desde los Salones Municipales. Preparémonos para hacer nuestros aportes en medicamentos, dinero en efectivo, ropas, alimentos y otras cosas que se necesitan en la hermana nación. Nuestro apoyo es imprescindible. No olvidemos nunca, pero nunca, que hoy por ti y mañana por mi ¡Seguimos en combate!
El autor es periodista. Miembro del SNTP y CDP.
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