Por Juan Tomas taveras
No existe el tratar, existe el hacer o el no hacer.
De acuerdo a Maquiavelo, el rey tiene que ser sumiso al pueblo, pero de vez en cuando debe golpear al pueblo para que sienta que tiene un rey. En nuestro caso, el rey siempre está golpeándonos. El gobierno y los servidores públicos han perdido la sensibilidad humana. Al parecer prefiere ser dictador. La palabra que mejor define nuestro día a día es: “la incertidumbre”.
Todos los problemas de la sociedad tienen su origen en la impunidad. La impunidad es un círculo virtuoso del mal. Nace cuando se viola la ley y no se castiga ni se corrige al violador, dando vigencia al dicho de que “la justicia solo muerde a los descalzos”.
La justicia y los policías no son los únicos con responsabilidad directa de hacer cumplir la ley y de sancionar a los que la violan. Es de los funcionarios públicos en general, ya sean elegidos o designados para ello: los actores de los tres poderes del estado, además del judicial, el congresual y el gobierno. Yo le agrego el poder municipal y el poder electoral.
Cuando éstos no aplican la ley y por el contrario la violan, están induciendo a la sociedad a un ambiente de impunidad. Con ello, envían un mensaje de estímulo a los posibles delincuentes y a los delincuentes e invitándolos a delinquir, facilitando el incremento de las violaciones a la ley y el que se cometan las infracciones, poniendo en riesgo y desasosiego la parte sana, trabajadora y honesta de la sociedad.
Si un funcionario se muestra indiferente tanto al cumplimiento como a la violación de la ley se hace partícipe de la impunidad, convirtiéndose en cómplice por acción y omisión de los crímenes que se generen. Por lo tanto, lo hace responsable de estos males que se desprenden de la impunidad y que afectan grandemente al desarrollo sano de la sociedad.
La verdadera democracia es la dictadura del imperio de la ley, la mejor religión es la verdad. La solución de los problemas de la sociedad dominicana es cumplir y respetar la constitución y las leyes. Además, aplicar la ética y los principios de buenas costumbres, sobre todas las cosas. Teniendo como centro de la gestión estatal la familia, al ser humano.
Nuestra constitución y las demás leyes emanan del congreso, el cual es elegido por el pueblo para representarlo, por lo cual, el congreso se debe al pueblo. Esto implica que aquel que no cumple con la constitución y las leyes se opone al pueblo, y en toda sociedad que quiera ser democrática la soberanía debe recaer en el pueblo, o sea el pueblo debe ser el soberano.
Cuando se da cabida a la impunidad en franca violación a la constitución y las leyes de parte del congreso y los funcionarios públicos se está violando ese principio democrático, se está usurpando el poder y la soberanía que le corresponde al pueblo, por lo tanto estos se merecen el castigo del pueblo.
En nuestro país la única institucionalidad fuerte hasta ahora es la impunidad y el crimen. No existe la institucionalidad cuando los funcionarios públicos que integran y dirigen las instituciones no respetan las normas que las rigen, ignoran y son indiferentes a la soberanía del pueblo. Es tiempo de que el pueblo sancione y cobre el precio de esa usurpación.
Los responsables de que un sistema democrático funcione y que su constitución y sus leyes sean respetadas son los gobiernos y sus autoridades, principalmente los directivos. Pero la mayor responsabilidad recae sobre el gobierno por ser este un país presidencialista.
En vista del fracaso inminente de nuestro estado, se confirma que es fallido, que vivimos en un estado colapsado, no funciona nada: no hay institucionalidad, no hay garantías de derechos ni libertades y mucho menos somos un estado democrático. Vivimos una doble moral, donde no se practica la ética ni los principios de buena costumbre.
Convencido por de más de esta penosa y lamentable situación, solo queda la esperanza de que el mismo pueblo se reivindique, reclame e imponga su soberanía. Solo así tendremos nuestros derechos y libertades garantizados. Ojalá se logre de una vez por todas concluir el sueño trinitario y construyamos una verdadera democracia, con calidad de vida.
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