Una vez, los israelitas, en su rebeldía, le pidieron al profeta Samuel un rey para que los gobernara. NO querían ser menos que las demás naciones. Dios accedió a esta petición, pero los israelitas luego reconocieron que se habían alejado de Dios, y le solicitaron a Samuel que interceda por ellos ante Dios. Samuel les contestó lo siguiente, y es algo que se aplica a tu vida, no importa tu condición, pues también eres hijo de Dios y heredero de Sus promesas:
“No tengan miedo. Aunque han hecho mal, no dejen de obedecer y amar a Dios; al contrario, sírvanle de buena gana y no adoren a esos ídolos huecos y vacíos que no pueden hacerles bien ni ayudarlos. Dios no los rechazará a ustedes, pues quedaría mal ante los otros pueblos. Además, él quiso que ustedes fueran suyos. Ustedes saben bien todo lo bueno que Dios ha hecho por ustedes. Por eso, obedézcanlo y sírvanle siempre de buena gana.” 1 Samuel 12: 18-24 (TLA)
Podemos decir como el salmista: “Confiamos en ti, Dios nuestro, y no tenemos miedo, porque tú eres nuestro salvador, nuestro refugio y nuestra fuerza”. Isaías 12.2 (TLA)
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.” Efesios 6.10 (RVR60)
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