El eterno camarada Miguel Ventura, me ha puesto en un “gran aprieto”. Esta semana, estando por su oficina, me recordó que este sábado estaríamos a 8 de octubre -fecha emblemática para todos los revolucionarios del mundo- pidiéndome que preparara la Trinchera sobre el tema aunque, de todas maneras, ya lo tenía pendiente, como cada año.
Hoy Cuba -y otros lugares del planeta- conmemora el 44 aniversario de la muerte “de cara al sol” de quien ha sido, a través de los tiempos, el más emblemático de los internacionalistas latinoamericanos: Ernesto Guevara de la Serna, el Che, apodo este que le pusieron sus compañeros por su origen argentino.
Los hechos finales de la expedición guerrillera que el Che encabezó ocurrieron en La Quebrada del Yuro, en la selva intrincada de Bolivia, donde fue sorprendido y capturado herido pero vivo, llevándolo a la escuelita de La Higuera donde definitivamente –de manera cobarde- le dieron “el tiro de gracia”, cumpliendo órdenes de la CIA.
Decía, en la introducción de esta Trinchera, lo del “gran aprieto” en que me había puesto “el camarada Miguel” porque ¿qué se podría decir sobre el Che que otros no hayan dicho, o que se podría escribir que otros no hayan escrito?
Sin embargo, hoy se impone recordar su ejemplo, recordar su figura, su entrega, su sacrificio, su valor, su desprendimiento, su coraje, su internacionalismo, su amor por la humanidad…aunque esto sea como “llover sobre mojado”. Lo importante, después de todo, es que este 8 de octubre no pase desapercibido, al menos para nosotros.
Esta fecha la recordamos con tristeza y alegría. Tristeza porque se trata de un hecho que arrancó la existencia de un ser humano de la estatura del Che, quien se quitó su bata de médico para echarse al hombro “la mochila guerrillera” e irse a luchar a una tierra que ni siquiera era la suya.
Alegría por el inmenso legado que el Che ha dejado para la posteridad. Un hombre íntegro, solidario, revolucionario hasta el tuétano, desprendido, buen amigo, buen compañero y buen padre.
Su entereza y fuerza de voluntad, su desinterés por lo propio e interés de lo ajeno, han hecho que el Che sea un ejemplo de ayer, hoy y siempre.
El paso del tiempo -44 años de su desaparición física- no lo alejan. Y los que andamos por la calle podemos dar el testimonio. El Che no es raro verlo en el cristal de un vehículo, impreso en camisetas, en el afiche colocado en un poste del alumbrado eléctrico, en una foto en una oficina o en una vivienda, en un llavero…en fin, donde quiera esta presente este ícono internacionalista.
Nadie nunca reconocerá al Che vencido, ni siquiera en la Quebrada del Yuro donde, el 8 de octubre del 1967, cayó herido en una pierna y solo dejó de disparar cuando su fusil fue atravesado por una bala enemiga y no le quedaban cargadores para la pistola.
Solo así pudieron al Che llevarlo prisionero hasta la escuelita del lugar y su voz pausada sorprendió a los soldados, a la maestra y demás comunitarios.
Su valor y su heroísmo lo demostró hasta los últimos momentos de su vida, pues delante de sus enemigos no hubo debilidad nunca: Usted ha venido a matarme, dijo al militar que encomendaron para cumplir la misión . “Póngase sereno, apunte bien, va usted a matar a un hombre”, fueron las lapidarias palabras del Che a su ejecutor.
No lo querían vivo pero los enemigos de la humanidad no pudieron impedir –con un disparo- disminuir su grandeza, su estatura de hombre nuevo. No lo querían vivo pero se equivocaron, el paso del tiempo ha demostrado que la figura del Che se ha multiplicado en todos los continentes, para mal de aquellos que le odian y alegría de los que luchamos por un mundo, por una patria, por una sociedad mejor.
El Che, siempre el Che ¡seguimos en combate!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario