Erika Bonilla, una trabajadora californiana de la agencia, ha presentado una demanda contra la organización porque se siente discriminada y acosada por sus compañeros debido a que “están celosos” por su apariencia “y envidian su carrera como artista”, según recoge la prensa internacional.
Dice Erika, de 38 años, que todo este lío empezó en diciembre de 2002, cuando meses después de entrar en el FBI fue ascendida a un puesto de mayor responsabilidad y sus compañeros consideraron que otra persona se merecía el trabajo. Esto es un clásico, ¿eh? Se empieza con una miradita furtiva y un susurro y se termina diciendo “Gracias, Sara”.
Como, desgraciadamente, suele ser habitual en este tipo de casos, empezaron a extenderse los rumores de si “seguro que se acuesta con algún jefe”, “qué habrá hecho para llegar ahí arriba” y algún que otro comentario envidioso hecho solo para incordiar.
El caso es que Erika tiene claro que sus compañeros le tienen manía porque es una “atractiva hispana con carrera en la música latina”. Es algo así como la Jennifer Lopez o la Sofía Vergara del FBI, para que nos entendamos. La pobre decidió cambiar de oficina para poder seguir compaginando su carrera musical con su trabajo en la agencia.
El FBI ha preferido no hacer comentarios al respecto, ni sobre el caso en general ni sobre la indemnización que pide nuestra querida cantante en particular.
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